Al olmo viejo,
hendido por el rayo,
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
Hace unos días saqué esta foto de los cerezos en el pueblo de mi mujer. Tras un invierno seco y caluroso, la poca lluvia de la primavera y su frescura han hecho florecer los cerezos.
No se ve bien lo maravillosos que son. Las flores blancas, las yemas verdes, la corteza vieja y gris, llena de dibujos. Y la hierba fresca, mullida, a los pies.
Pero la foto está tomada con el móvil y no es buena. Casi sea mejor así, porque deja lugar a la imaginación. Pienso que es una metáfora de los tiempos que vivimos: la naturaleza va por un camino, es maravillosa, está viva. Nosotros, yo, intentamos poseerla, captarla, dominarla... con nuestros débiles o poderosos medios técnicos. Pero sin poder jamás superar su belleza espontánea y siempre cambiante.
Es muy posible que en unos años veamos este terreno "urbanizado", víctima de un progreso absurdo, depredador, idiota, que sólo piensa en cosas vendibles y comprables. Por gozar de la maravilla del campo y del pueblo algún idiota comprará este terreno y lo destruirá.
Si una imagen vale por mil palabras, esta vale por muchas de las mías.
Mi corazón espera,
hacia el amor y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.