El mundo parece haber entrado en un periodo de convulsión.
La expansión global del capitalismo y del modo de vida occidental han coincidido con una situación similar a la de los albores del capitalismo: explosión demográfica, migración masiva a las ciudades (incluso entre los continentes), falta de alimentos por cosechas pésimas y especulación con los alimentos, encarecimiento de las fuentes de energía.
Los cambios de mentalidad e ideologías, por otra parte, nos descolocan y nos dejan sin asideros. La religión ha perdido su poder aglutinante en Occidente, pero en cambio en el Islam se ha transformado en una fuerza altamente destructiva. China, más pragmática, surge como una nueva potencia que pisa firme y sin complejos en el orden mundial.
Nunca hemos estado tan cerca de conseguir el bienestar para todos, y sin embargo, parece que la paz y la prosperidad se alejan de nosotros a pasos agigantados. Sísifo vuelve a perder su piedra, que rueda colina abajo. Otra vez el Narciso occidental se ahoga en el espejo de su complacencia.
Al parecer, Schlumpeter decía que el futuro del capitalismo era el socialismo. Al parecer, el capitalismo salió de las guerras mundiales convertido en otra cosa. Quisiera creer que esto es verdad, al fin y al cabo los años de la postguerra nos hicieron creer que era posible un pacto social en el que las masas populares pudieran acceder a algunos de los beneficios del progreso económico (sanidad, vacaciones, educación, pensiones, bienes de consumo…) sin ruptura de la sociedad. Pero no nos engañemos: los años de bienestar se basaban en una energía barata (petróleo, carbón, nuclear) y en unas materias primas que sólo Occidente podía y quería aprovechar. Los países pobres se conformaban con suministrarlas a los ricos. Incluso a arruinarse por su causa, con una deuda externa que sabe dios cuándo se acabará. Ya nada esto es así: miles de personas están entrando en el mundo del bienestar, y reclaman su parte del pastel. Todo sube, todo se compra, nada se queda quieto.
Bueno, sí: grandes masas de población sufren todavía hambre, deprivación, miseria, desigualdad. No es lógico que en Nigeria, campeón petrolero, se pase hambre. Ni que en Argentina haya miseria, siendo el granero de América. Nada de esto es justo, pero lo peor es que este sistema es capaz de seguir creando miseria en forma de exclusión económica y social en el primer mundo, donde nos creíamos a salvo.
En estas circunstancias, creo que toda la gente que busca una sociedad más justa y más fraterna (la izquierda por usar un término amplio), debe unirse, buscando formas y caminos para conseguir que el sufrimiento global ceda, y un día desaparezca en su forma actual. Supongo que debemos dejar de lado el fantasma revolucionario que heredamos de la Revolución Francesa (“llegará el día en que de pronto todo cambiará y lo hará para siempre”). Creo que será mejor trabajar en microutopías y miniproyectos, para poder evalular mejor, para no cometer los errores del pasado.
No hace falta decirlo, pero es preciso abandonar la cerrazón del pensamiento marxista y decir que aquí cabemos todos, hay sitio para todas las ideas que caminan en la misma dirección: un mundo en el que nadie muera antes de tiempo, en el que cada uno pueda llegar a su destino sin que otros le pongan la zancadilla. Un mundo cuyos frutos podamos distribuir y disfrutar entre todos, sin que la avaricia de unos o la ignorancia de otros lo alteren o destruyan sin remedio.
Podemos y debemos compartir un espacio con todos los que creen que el mercado y el dinero no lo son todo, y no resuelven todo porque su interés es el beneficio personal, no el colectivo. Porque en la vida hay más cosas que el consumir sin más horizonte.
Creo por eso que la izquierda así definida como mínimo común debiera emprender una confluencia en torno a algunos puntos que requieren respuestas:
- El acceso universal a una dieta suficiente.
- El acceso universal a una atención médica suficiente.
- Vivir en paz.
- Educación suficiente y extendida hasta aprovechar la capacidad de cada uno.
- Vivienda digna.
- Protección del medio ambiente
En entregas posteriores haré algunas consideraciones sobre aspectos concretos que se debieran abordar.
Ojo a la coherencia: digo que apuesto por las microutopías y empiezo por la paz universal. Vamos bien.
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