Seguimos con lo mismo: el hambre es estructural, no coyuntural.
Como se dice en este artículo, el hambre se debe a una mezcla letal de sobreexplotación, mala gestión, cambio climático (al menos a corto plazo). Por primera vez en los últimos 50 años la tecnología no está ahí para salvarnos. Porque en realidad lo que hace la tecnología es explotar más de lo que hay, no crea nada: no puede crear agua donde no la hay (a un precio razonable, se entiende), no puede crear suelos fértiles en el desierto, etc.
Si el problema no se ataja desde todos los ángulos: reparto justo, cultivos útiles, distribución de la tecnología, uso de técnicas menos intensivas en agua, combustibles y fertilizantes, y finalmente, control de la población y los hábitos de consumo absurdos, la cosa puede acabar muy mal.
No se trata de cosa baladí: alimentar a 4000 millones de tipos que viven el Asia es un trabajo de equilibrista. Cualquier fallo les cuesta la vida.
Ahora bien: ¿veremos que los campesinos dejan de ser pobres de solemnidad, ahora que el grano es escaso? ¿hacemos apuestas?
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