Los muertos son una prueba de que somos frágiles, que sin la manta de seguridad tecnológica que nos envuelve no tenemos nada. Que en el fondo, somos todos iguales y sólo hay una cosa que nos puede salvar: el amor, la solidaridad, el sabernos seres humanos.
Sin embargo, hemos de volver siempre a lo mismo: curiosamente, son los pobres los que más padecen estas situaciones. Un terremoto de estas características en Japón produciría unos pocos muertos, y las próximas generaciones verían resducido ese número, puesto que se pondrían mecanismos de seguridad.
Perú es una zona sísmica, lo sabían los incas y lo sabemos nosotros. Pero se siguen construyendo casas de adobe. Los pobres siguen viviendo donde y como pueden. Y cuando llega el peligro, éste se convierte en catástrofe.
¿qué hacer para que esto no vuelva a suceder? ¿para que no sea necesaria más ayuda de emergencia?
¿´Cuándo nos convenceremos de que la miseria del Sur no es más que un reflejo de la opulencia del Norte? ¿y cuándo haremos algo efectivo politíca, social y económicamente para que esta buena gente pueda salir del hoyo? Ese hoyo de tierra que se los ha tragado...
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