viernes, 6 de junio de 2008

Sigue el desconcierto, sigue el hambre

Se han juntado los países de la FAO y (para variar) han llegado a un acuerdo in extremis para intentar paliar el hambre en el mundo. No satisface a nadie, porque intenta salvar a unos pocos. La agricultura del primer mundo está subsidiada, y hace competencia desleal a la de los países en desarrollo. Éstos se quejan de que más que ayuda necesitan que no les pongan la zancadilla.

Y los del primer mundo necesitan un sector agrícola que no les haga depender en exclusiva del extranjero para su alimentación, para que el campo no se despueble, para que alguien cuide la naturaleza. En especial la Unión Europea, que va con cara de no haber roto un plato. De los norteamericanos nada se puede esperar.

¿Cómo solucionarlo? El primer mundo debe transferir tecnología, pero sobre todo abrir los mercados, algo que obliga a hacer a los pobres cuando se trata de bienes manufacturados y servicios. Debe obligar a que los beneficios se reinviertan allí en vez de atesorarlos en cuentas opacas en paraísos fiscales, debe poner fin a tanta hipocresía de mercado libre que no es tal y nadie quiere. Debe pensar qué hacer con su sector agrícola, con su ganadería intensiva. Invertir el dinero de los subsidios de modo que no rompa la espalda de los pobres.

Debe poner en marcha un orden mundial más justo en el que nadie juegue con la vida de la gente, en el que la comida deje de ser la inversión especulativa de unos pocos para ser lo que es. Buscar un modo de vida que no prive de recursos a la gran mayoría de la humanidad.

No soy economista, no sé gran cosa de esto. Pero todos sabemos que esto no puede seguir así. Basta ya.

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