miércoles, 29 de agosto de 2007

Los esclavos mueren en el tajo

Nueva historia de muerte en accidente laboral: varios trabajadores muertos. Todos ellos rumanos, mal pagados, explotados (jornadas de 72 horas semanales, vivir en un sótano en la obra, 20€ al día de sueldo...). Por lo visto, el constructor no sabe quién trabaja en su obra, ni cómo se le contrata. El no quiere saber nada de las subcontratas, ni si hay mafias de contratación, ni si la gente se queda a dormir en un edificio en construcción. Si, hay 200.000 que vienen todos los años con contrato de trabajo, como nos dice "El País" el mismo día. Santo y bueno. Pero hay otros tantos que no. Estos son los que nos debieran doler como seres humanos.

No. Los agentes económicos, como cínicamente gusta de denominarse a sí mismo el gerente de Astroc, son como los tres monos chinos: no ver, no oír, no decir. Sólo ganar.
Tiene que ser la muerte la que ponga esta igonominia al descubierto, la que devuelva un poco de dignidad a esta gente, cuando ya han muerto y no pueden disfrutarla.
Es así como se crean los "momentos económicos dulces" en un país que no sabe inventar, que no sabe controlar, que no sabe innovar. Sólo poner ladrillos, y eso con esclavos. Volvemos a un capitalismo manchesteriano, como en la época de Dickens. No son niños los que empujan vagonetas de carbón, son chicas de 18 años recién cumplidos las que se prostituyen en las calles de Madrid, o en los clubes de carretera, o en la autovía que va de Tarragona a Barcelona, sentadas en sillas de camping.
Ante todo esto, estoy harto de oír que "no hay diferencias entre izquierda y derecha", que "tanta regulación es mala para la economía" o que "ya está bien de preocuparse tanto por los inmigrantes". La izquierda tiene trabajo, vaya que sí. Ahora bien ¿lo hacemos? Ahora que estamos en el Gobierno ¿hemos asignado suficientes recursos a la inspección de trabajo? ¿y a los jueces y fiscales que investigan estos crímenes? Ahí debemos chocar con la hipocresía de la derecha, que quiere tener mano de obra (no personas) pero a la vez tratarlos como si no existieran, como objetos o delincuentes.
No puedo evitar pensar que estamos sentados en un "Trono de Sangre". Rashomon.

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